domingo, 10 de abril de 2011

El camino. Migel Delibes. (1950)


Hay libros con los que estaré toda la vida en deuda, les debo el maravilloso regalo de la lectura. Dos son los quie me condujeron para siempre al país de las letras durante mi infancia; son El camino de Miguel Delibes y La historia interminable de Michael Ende. Hoy os voy a hablar de mi infancia y de la infancia de Daniel el Mochuelo, Roque el Moñiga y Germán el Tiñoso, unidas ambas por el embrujo que sobre mí ejerció este libro desde el momento en que lo encontré en la ya lejana biblioteca de mi colegio (qué azarosa la vida, cogí El camino como podía haber cogido cualquier otro).
 La novela transcurre en un pequeño pueblo de Castilla y cuenta la infancia libre de tres amigos.Aunque creo que me equivoco, transcurre en todos los lugares y en todas las personas que hayan sido niños, pues desfila en sus páginas la vida entera, en toda su complejidad, con todo su misterio. Es este libro un perfecto y nostálgico adiós, pues arranca la  noche en que Daniel el Mochuelo se revuelve nervioso en su cama, antes de irse a estudiar interno a la ciudad. La ciudad que devora al campo, le edad adulta imponiendo sus incomprensibles normas a un niño. La narración es, por tanto, un largo flash-back, un doloroso y asustado recuerdo de todo lo vivido por un niño hasta el momento libre, pleno en un mundo hecho a su medida. Adiós al paraíso de la niñez. Quien abra las páginas de esta novela conocerá el amor, la muerte brutal, la libertad y, sobre todo, la amistad y la naturaleza. Son estos dos ingredientes el alma del libro; pues pocas veces encontraréis en una novela una historia de amistad tan sincera, tan auténtica; pocas veces sentiréis de manera tan certera qué supone hacerte amigo de alguien, descubrir la vida al lado de otros. Y el paisaje. No conozco ningún escritor como Delibes, tan íntimamente identificado con la naturaleza, con el sol, el cielo, la tierra y, cómo no, los animales, coprotagonistas de El camino. Leyendo este libro, me enamoré para siempre de los árboles, de los ríos, de los animales.
 Uno de los grandes logros de la novela es la voz narrativa con la que Delibes penetra en la vida social de este pueblo castellano, pues es Daniel el Mochuelo, un niño, el que con su mirada pura y aún ingenua nos da a conocer un apasionante repertorio de personajes que hacen la vida del pueblo, así como el conjunto de creencias y costumbres al que llamamos cultura. Un niño examina el mundo adulto, un niño se despide de su pueblo, igual que todos, poco a poco, nos despedimos de nuestra infancia.
 Balseros, si queréis volver a ser niños, os espero en El camino.